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Lugar: Barcelona, Spain

Mi nombre es Antonio, pero casi todo el mundo me conoce como Carrillo. Ese, siempre fue mi nombre de "guerra" desde que militaba en un partido de la izquierda extraparlamentaria en la clandestinidad y digo militaba, porque hace años que ya sólo milito para mí, para mi hija Laura, y mis amigos, así que ese nombre se quedó para siempre: Carrillo. Casi toda mi vida la he dedicado al mundo sindical. Allí en el Sindicato, realizo funciones de asesoramiento a trabajadores y trabajadoras. Me gusta mi trabajo y, como yo digo, encima me pagan.¿qué más puedo desear?. Hay algo de lo que no estoy cansado: Mi hija Laura, mi compañera María y mi equipo de fútbol el Barça, mi Barça.

07 octubre 2008

Jornada Mundial para el Trabajo Digno




'El sindicalismo global'
Hay que reformar las organizaciones internacionales
Joan Coscubiela
Secretario General CC.OO., Catalunya


Hace dos años, sindicalistas de todo el mundo constituimos en Viena la Confederación Sindical Internacional y nos comprometimos a impulsar una movilización mundial por el trabajo digno. Las intervenciones de mujeres y hombres de todo el mundo confirmaron cuán distintas son las realidades de trabajo y vida de cada continente, de cada país. Pero también cuán similares son las causas que generan las desigualdades en cada sociedad. Y la más importante de todas las causas es el profundo desequilibrio entre el poder del mercado global y las dificultades de los estados para regularlo y de los sindicatos para ejercer de contrapoder social.

LOS CAMBIOS tecnológicos han sentado las bases de una economía global, pero las sociedades, sus organizaciones, sus leyes, sus políticas, continúan siendo las mismas de la época de la industrialización y solo actúan en marcos locales. El resultado de este gran desequilibrio de fuerzas es una globalización sin reglas, sin derechos, sin responsabilidad social, protagonista del mayor crecimiento de riqueza de la humanidad y, al mismo tiempo, de las mayores desigualdades sociales.

Ello se expresa de maneras diversas. En el continente africano, con hambre y desolación y una gran parte de la población subsistiendo con dos dólares al día. En algunos países asiáticos, en forma de esclavitud en el trabajo, incluso de niños. En otros, como Colombia, en forma de asesinato de sindicalistas. En Estados Unidos, en forma de reducción de la asistencia sanitaria o las pensiones que cubren los planes privados de empresa. En Europa, en forma de desregulación, como la que se desprende de la propuesta de directiva sobre tiempo de trabajo (65 horas) o de xenofobia social, en el caso de la directiva de retorno de los inmigrantes.

EN ESPAÑA esta realidad se expresa en forma de trabajo sumergido que afecta fundamentalmente a personas inmigrantes, precariedad laboral con salarios entre 600 y 1.000 euros --especialmente entre los jóvenes--, elevada siniestralidad que castiga con accidentes y enfermedades laborales, discriminación y segregación profesional y salarial de las mujeres. Las situaciones son, en términos humanos, muy distintas, pero tienen un punto en común: a millones de personas se les obliga a trabajar y vivir en condiciones indignas en relación con la sociedad de la que forman parte.Hoy, la Jornada Mundial por el Trabajo Digno es más necesaria que nunca, ante una crisis financiera que arrastra a la economía mundial y que corre el riesgo de generar más desigualdad social. Esta movilización global nos brinda la oportunidad de exigir un mundo con trabajo digno y luchar contra la indecencia de una globalización sin reglas ni derechos. Hoy, además, podemos y debemos pasar a la ofensiva ideológica. Hoy podemos demostrar que el mercado y su mano invisible no son inteligentes, sino profundamente insaciables. Hoy podemos decir que, sin regulación y contrapesos, el capitalismo tiende al salvajismo. Hoy podemos decir que la globalización necesita construirse con derechos, reglas y responsabilidad social. Y, sobre todo, hoy debemos ser conscientes de que todo ello no es posible combatirlo si no somos capaces de construir contrapoderes globales.

EN EUROPA eso significa un mayor gobierno económico de la Unión Europea, especialmente de la eurozona, que requiere tener instrumentos de intervención que vayan más allá de las políticas monetarias o de los ajustes traumáticos en el mercado de trabajo. En el mundo eso significa reformar las organizaciones internacionales, dotándolas de capacidad para establecer reglas mínimas en los mercados financieros. En este escenario, las organizaciones sindicales tenemos la responsabilidad de construir mecanismos que nos permitan actuar sindicalmente a nivel global, sea europeo o mundial.

El proceso comienza hoy. Seguro que será lento, complejo y con contratiempos, pero no hay otro camino que el que hoy iniciamos con esta primera movilización global.