Déjame expresar mi eterno amor hacia tí
Ni tan siquiera sé la foma ni el medio, de poder expresar el amor, el cariño, mis sentimientos hacia ti. Ellos, mis sentimientos, me desbordan y, pese a enseñarte y entregarte mi corazón, darme a tí en cuerpo y alma, no tengo ni encuentro palabras para poderme expresar, para poder agradecerte el que me permitas amarte, para decirte una y mil veces lo grande que es mi amor hacia ti.
Algunas veces mi moral se viene abajo, porque es tanto mi deseo de entregarrme a ti, que me veo absolutamente impedido de ofrecerte lo que tú realmente te mereces.
Yo María, no soy absolutamente nada ni nadie, por no ser no soy, ni tan siquiera una mísera gota de agua de mar en cualquier océano, tampoco tengo nada que pueda entregarte y, en cambio, ¡ tú te mereces tanto ¡. No hay nada en el mundo que pueda ofrecerte salvo mi amor, respeto y admiración, ése que te doy a cada instante, en cada momento, pero… ¡ es tan poco para lo que tú te mereces ¡.
Perdona mis momentos de moral baja, mis momentos de melancolía, mis momentos de añoranza, mis momentos de pesadumbre, discúlpame te lo ruego, porque son tantos los deseos de entregarte lo mejor y, me veo tan imposibilitado de poderte ofertar lo que tú realmente te mereces, que por mucho que yo te ofrezca, pienso que no es nada, absolutamente nada. Y son muchas ya, las veces que mis lágrimas recorren mis mejillas ante mis deseos y mi realidad enfrentados ante ti.
Que pena, Dios mío, no haberte conocido antes y haberme entregado en cuerpo y alma a ti. Quizás, seguramente, nos hemos conocido cuando el destino así lo decidió y doy gracias constantemente por ello, pero no hay momento en mi vida, que me pregunte qué debo hacer para compensar ése tiempo perdido para dártelo a ti, que todo te lo mereces. Sólo puedo jurarte por lo más sagrado que existe, que si me das la oportunidad, -oportunidad que sé que ya me has dado-, te amaré hasta el último suspiro de mi vida y aún más allá de ella.
Ciertamente amor mío, desde el primer día que empecé a conocerte, mi vida ha cambiado, ha mejorado de tal forma, que me has dado alas para volver a nacer, para volver a sentir, para arrinconar y desterrar de mi mente ésos negros nubarrones que se cernían sobre mí. Ahora sé -hace ya tiempo que lo sé-, que eres tú, tu presencia, tus palabras, tu cariño, tu alegría contagiosa, la que me ha recobrado, la que me ha devuelto vida, eres tú quien ha ganado la batalla con mi otro yo, -ése apesadumbrado y oscuro Antonio-, eres tú, la que hace que en cada instante enfoque la vida con alegría y deseos.
Hoy ya, que mi vida ha cambiado también con mi hija, hoy ya, que tengo que repartir mi tiempo entre tú y ella, quiero que sepas que pese a todo, pese a ésa distancia que tanto daño me hace, te tengo más cerca que nunca de mí. Ella, Laura, me necesita y te pido perdón por dedicarle más tiempo a ella que a ti, pero, amor mío, no me olvido de ti ni un instante y, por encima de ello, siempre está mi deseo, -mi inmenso deseo- de compartir contigo, todos aquellos intensos momentos que vivimos, que estamos, que vibramos, que sentimos, juntos el uno con el otro.
No es tiempo de juegos, es tiempo de ponerse a labrar el cariño que el uno hacia el otro tenemos y, -vida mía- labrar el tiempo requiere paciencia, amor y respeto para tener al final de la siembra una buena cosecha, y la mejor cosecha que se puede tener en la vida, solamente pasa por la paz interior, el amor del uno hacia el otro y viceversa, el respeto mutuo, la comprensión y el apoyo, tanto en los buenos momentos como aquellos que no lo son.
Déjame amarte, déjame adorarte, deja que mi corazón exprese libremente aquello que mis labios ya te han dicho y que nunca dejarán de decir: TE QUIERO COMO NUNCA QUISE A NADIE. ERES MI GUÍA, MI CAMINO, MI LUZ. MI ANHELO, MI FELICIDAD.
Gracias María, gracias.
TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO.
Algunas veces mi moral se viene abajo, porque es tanto mi deseo de entregarrme a ti, que me veo absolutamente impedido de ofrecerte lo que tú realmente te mereces.
Yo María, no soy absolutamente nada ni nadie, por no ser no soy, ni tan siquiera una mísera gota de agua de mar en cualquier océano, tampoco tengo nada que pueda entregarte y, en cambio, ¡ tú te mereces tanto ¡. No hay nada en el mundo que pueda ofrecerte salvo mi amor, respeto y admiración, ése que te doy a cada instante, en cada momento, pero… ¡ es tan poco para lo que tú te mereces ¡.
Perdona mis momentos de moral baja, mis momentos de melancolía, mis momentos de añoranza, mis momentos de pesadumbre, discúlpame te lo ruego, porque son tantos los deseos de entregarte lo mejor y, me veo tan imposibilitado de poderte ofertar lo que tú realmente te mereces, que por mucho que yo te ofrezca, pienso que no es nada, absolutamente nada. Y son muchas ya, las veces que mis lágrimas recorren mis mejillas ante mis deseos y mi realidad enfrentados ante ti.
Que pena, Dios mío, no haberte conocido antes y haberme entregado en cuerpo y alma a ti. Quizás, seguramente, nos hemos conocido cuando el destino así lo decidió y doy gracias constantemente por ello, pero no hay momento en mi vida, que me pregunte qué debo hacer para compensar ése tiempo perdido para dártelo a ti, que todo te lo mereces. Sólo puedo jurarte por lo más sagrado que existe, que si me das la oportunidad, -oportunidad que sé que ya me has dado-, te amaré hasta el último suspiro de mi vida y aún más allá de ella.
Ciertamente amor mío, desde el primer día que empecé a conocerte, mi vida ha cambiado, ha mejorado de tal forma, que me has dado alas para volver a nacer, para volver a sentir, para arrinconar y desterrar de mi mente ésos negros nubarrones que se cernían sobre mí. Ahora sé -hace ya tiempo que lo sé-, que eres tú, tu presencia, tus palabras, tu cariño, tu alegría contagiosa, la que me ha recobrado, la que me ha devuelto vida, eres tú quien ha ganado la batalla con mi otro yo, -ése apesadumbrado y oscuro Antonio-, eres tú, la que hace que en cada instante enfoque la vida con alegría y deseos.
Hoy ya, que mi vida ha cambiado también con mi hija, hoy ya, que tengo que repartir mi tiempo entre tú y ella, quiero que sepas que pese a todo, pese a ésa distancia que tanto daño me hace, te tengo más cerca que nunca de mí. Ella, Laura, me necesita y te pido perdón por dedicarle más tiempo a ella que a ti, pero, amor mío, no me olvido de ti ni un instante y, por encima de ello, siempre está mi deseo, -mi inmenso deseo- de compartir contigo, todos aquellos intensos momentos que vivimos, que estamos, que vibramos, que sentimos, juntos el uno con el otro.
No es tiempo de juegos, es tiempo de ponerse a labrar el cariño que el uno hacia el otro tenemos y, -vida mía- labrar el tiempo requiere paciencia, amor y respeto para tener al final de la siembra una buena cosecha, y la mejor cosecha que se puede tener en la vida, solamente pasa por la paz interior, el amor del uno hacia el otro y viceversa, el respeto mutuo, la comprensión y el apoyo, tanto en los buenos momentos como aquellos que no lo son.
Déjame amarte, déjame adorarte, deja que mi corazón exprese libremente aquello que mis labios ya te han dicho y que nunca dejarán de decir: TE QUIERO COMO NUNCA QUISE A NADIE. ERES MI GUÍA, MI CAMINO, MI LUZ. MI ANHELO, MI FELICIDAD.
Gracias María, gracias.
TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO.
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