EL ZAPATAZO DE LAS PENSIONES. POLANYI COMO TELÓN DE FONDO
Por su interés, publicamos el Artículo de mi admirado D. José Luis López Bulla (quien fuera Secretario General de CC.OO., de Catalunya).
Ya han empezado los artificios verbales: María Teresa Fernández de la Vega ha justificado el planteamiento de Zapatero de ampliar dos años la edad de jubilación a través del magreo de palabras como la solidaridad y el vínculo intergeneracional. Quienes discrepen de la medida –se infiere de las palabras de la vicepresidenta del Gobierno— serían unos insolidarios de tomo y lomo. Pero en realidad esta metamorfosis de las palabras ya nos ha sido enseñada por el maestro Vittorio Foa en su celebrado libro LAS PALABRAS DE LA POLITICA, que un tanto atrevidamente traduje al castellano. Hablemos claro: De la Vega ha perdido la oportunidad de hablar con punto de vista fundamentado y apáticamente se ha deslizado hacia el lugar común más aparente. De todas formas una cosa hay que agradecerle: aclaró que era sólo una propuesta para llevar a la comisión del Pacto de Toledo. Como era de esperar la reunión del Comité federal del PSOE ha aprobado la propuesta. El zapatazo es ahora oficialmente política de partido.
Primera observación: aunque lo más llamativo es la propuesta de incremento de dos años para la edad de jubilación, téngase en cuenta que ésta forma parte de un paquete de indicaciones más general. Esto es, nos encontramos ante una reorientación más compleja del sistema público de pensiones. De un plumazo y con una aproximada nocturnidad, disfrazada de propuesta para ser bañada por el Tajo a su paso por el Pacto de Toledo. De ahí que insista en lo dicho: con el zapatazo estamos ante el matute de una reforma subrepticia del mercado de trabajo.
La segunda observación: las organizaciones empresariales no han tardado en ovacionar la propuesta del Consejo de Ministros. Nada que objetar, pues cada cual baja las escaleras según sus intereses, saber y gobierno. No es cuestión de hipocresía sino de albricias porque se ha abierto la hipótesis de un cuadro que les favorece para la puesta en escena de una apariencia de negociaciones sobre el resto de las variables de la reforma laboral que, no hace tanto tiempo, torpedearon como el viejo pirata de Espronceda con diez cañones por banda a toda vela.
La tercera observación: se constata que el presidente Zapatero reincide con estas medidas –inútiles e imprudentes— en un estilo que se caracteriza por la desconexión y el aturdimiento de su gestión en el mundo de la economía y, permítaseme, la expresión: en el gobierno de lo social. Todavía no sabemos qué vínculos existen entre la Ley de Sostenibilidad económica, el cambio de modelo productivo y esta subrepticia reforma del mercado de trabajo. Que, además, se han traducido en una alocada actividad legiferante cuando sabemos desde La gran transformación de Karl Polanyi que las grandes medidas vienen desde otros quehaceres. De ahí que esta interferencia gubernamental en la metodología de la concertación sea no sólo inútil sino contraproducente. Yo pienso, por ejemplo, que los grandes capitanes de industria como Pere Durán Farell se echarían las manos a la cabeza. En resumidas cuentas, las soluciones de Zapatero son, aturrulladamente, de boletín oficial del estado. Nada, nada tiene que ver con la radiografía lúcida de, por ejemplo, Manuel Castells en http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=11. No sólo no tienen nada que ver sino que la manivela legislativa ha ido en dirección contraria provocando un conjunto de medidas de welfare clientelar sin ninguna relación entre todas ellas y sin vínculo alguno con algo con pies y cabeza: primero fueron los cheques y después todo una panoplia de pitas, pitas, gallinitas como si la sociedad fuera la Conferencia de San Vicente de Paúl. Y las que se pusieron en marcha –como, por ejemplo, la Ley de dependencia— quedaban en pura nebulosa.
Oído cocina: el impertinente zapatazo debe ser contestado con la elaboración de un proyecto de welfare por parte del sindicalismo confederal. La mera oposición no basta. La primera movilización ha de ser la de las ideas. Y digo más: en la casa sindical (me refiero a Comisiones y UGT) hay saberes de sobra para elaborar ese proyecto. Una buena idea podría ser la creación de una comisión ad hoc con el coparticipación de personalidades de las diversas disciplinas. Sólo así, me atrevería a decir que nada está perdido. El que diga lo contrario, perdón por la arrogancia, es un chuchurrío.
SÁBADO 30 DE ENERO DE 2010
Ya han empezado los artificios verbales: María Teresa Fernández de la Vega ha justificado el planteamiento de Zapatero de ampliar dos años la edad de jubilación a través del magreo de palabras como la solidaridad y el vínculo intergeneracional. Quienes discrepen de la medida –se infiere de las palabras de la vicepresidenta del Gobierno— serían unos insolidarios de tomo y lomo. Pero en realidad esta metamorfosis de las palabras ya nos ha sido enseñada por el maestro Vittorio Foa en su celebrado libro LAS PALABRAS DE LA POLITICA, que un tanto atrevidamente traduje al castellano. Hablemos claro: De la Vega ha perdido la oportunidad de hablar con punto de vista fundamentado y apáticamente se ha deslizado hacia el lugar común más aparente. De todas formas una cosa hay que agradecerle: aclaró que era sólo una propuesta para llevar a la comisión del Pacto de Toledo. Como era de esperar la reunión del Comité federal del PSOE ha aprobado la propuesta. El zapatazo es ahora oficialmente política de partido.
Primera observación: aunque lo más llamativo es la propuesta de incremento de dos años para la edad de jubilación, téngase en cuenta que ésta forma parte de un paquete de indicaciones más general. Esto es, nos encontramos ante una reorientación más compleja del sistema público de pensiones. De un plumazo y con una aproximada nocturnidad, disfrazada de propuesta para ser bañada por el Tajo a su paso por el Pacto de Toledo. De ahí que insista en lo dicho: con el zapatazo estamos ante el matute de una reforma subrepticia del mercado de trabajo.
La segunda observación: las organizaciones empresariales no han tardado en ovacionar la propuesta del Consejo de Ministros. Nada que objetar, pues cada cual baja las escaleras según sus intereses, saber y gobierno. No es cuestión de hipocresía sino de albricias porque se ha abierto la hipótesis de un cuadro que les favorece para la puesta en escena de una apariencia de negociaciones sobre el resto de las variables de la reforma laboral que, no hace tanto tiempo, torpedearon como el viejo pirata de Espronceda con diez cañones por banda a toda vela.
La tercera observación: se constata que el presidente Zapatero reincide con estas medidas –inútiles e imprudentes— en un estilo que se caracteriza por la desconexión y el aturdimiento de su gestión en el mundo de la economía y, permítaseme, la expresión: en el gobierno de lo social. Todavía no sabemos qué vínculos existen entre la Ley de Sostenibilidad económica, el cambio de modelo productivo y esta subrepticia reforma del mercado de trabajo. Que, además, se han traducido en una alocada actividad legiferante cuando sabemos desde La gran transformación de Karl Polanyi que las grandes medidas vienen desde otros quehaceres. De ahí que esta interferencia gubernamental en la metodología de la concertación sea no sólo inútil sino contraproducente. Yo pienso, por ejemplo, que los grandes capitanes de industria como Pere Durán Farell se echarían las manos a la cabeza. En resumidas cuentas, las soluciones de Zapatero son, aturrulladamente, de boletín oficial del estado. Nada, nada tiene que ver con la radiografía lúcida de, por ejemplo, Manuel Castells en http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=11. No sólo no tienen nada que ver sino que la manivela legislativa ha ido en dirección contraria provocando un conjunto de medidas de welfare clientelar sin ninguna relación entre todas ellas y sin vínculo alguno con algo con pies y cabeza: primero fueron los cheques y después todo una panoplia de pitas, pitas, gallinitas como si la sociedad fuera la Conferencia de San Vicente de Paúl. Y las que se pusieron en marcha –como, por ejemplo, la Ley de dependencia— quedaban en pura nebulosa.
Oído cocina: el impertinente zapatazo debe ser contestado con la elaboración de un proyecto de welfare por parte del sindicalismo confederal. La mera oposición no basta. La primera movilización ha de ser la de las ideas. Y digo más: en la casa sindical (me refiero a Comisiones y UGT) hay saberes de sobra para elaborar ese proyecto. Una buena idea podría ser la creación de una comisión ad hoc con el coparticipación de personalidades de las diversas disciplinas. Sólo así, me atrevería a decir que nada está perdido. El que diga lo contrario, perdón por la arrogancia, es un chuchurrío.
SÁBADO 30 DE ENERO DE 2010
Nota: Recomendamos expresamente el seguir los artículos de José Luis López Bulla en su blog: http://lopezbulla.blogspot.com/
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