Hoy quiero hablar de política y energías renovables. Deseo hablar de política y energía. Centrarme en la maldita Guerra de Irak y sus muchos intereses. Después de mucho meditar he llegado a una conclusión, que puede ser equivocada o no, pero aquí la expongo.
Yo entiendo que dicha guerra, viene como consecuencia de los intereses petrolíferos del “amigo americano”. Un país –EEUU- gobernado por empresarios de petróleo no puede nunca ser neutral. No me creo que ese “señor” llamado George Walker Bush se lanzara a una guerra para democratizar a Irak. Sí me creo –en cambio-, que los únicos intereses de este tipo –Bush- sean las ganancias económicas relacionadas con el sector petrolero. Ésos son los únicos intereses que han llevado a la Guerra.
Los dirigentes de ése país sólo se preocupan de que aflore la democracia en países curiosamente petroleros, cosa que dudo y que me da mucho que pensar.
Recuerdo que una ministra española –Ana Palacios- dijo al inicio de la Guerra de Irak, que la guerra iría bien, porque como contrapartida sería una manera de que el precio del petróleo bajara. ¡¡ Que buen olfato tuvo la Ministra ¡!, no sólo no bajó si no que muy al contrario, sube y sube sin cesar. ¿Estábamos pues porque hubiera democracia en Irak o tan sólo nos interesaba el petróleo?.
¿Es realmente peligrosa Irak?. Sí, por supuesto que sí. Pero evidentemente para los intereses de los petroleros tejanos y sus acólitos países. El peligro y no otro es el propio Bush. ¿Qué les importa a Bush y compañía la democracia de Irak y otros países? Nada, absolutamente nada. A éstos del Partido Republicano sólo les importan sus intereses económicos.
Me siento avergonzado de que a una sociedad que se dice democrática y moderna, y cuyos representantes dicen defender lo intereses de occidente, no afronten con dignidad un proceso en las urnas para echarlos de la Casa Blanca.
Vemos como la mayor fortuna del mundo el señor Bill Gates alcanzó los 59.000 millones de dólares (42.230 millones de euros). Este, al menos, puede presumir que parte importante de sus beneficios los dedica a donaciones. Pero… ¿y el Gobierno de EEUU que hace ya no fuera de su país si no en su propio país para erradicar “su pobreza”?. No hacen absolutamente nada. Los pobres cada día más pobres y los ricos cada día más ricos.
No voy a decir que el Partido Demócrata de los EE.UU., tenga un modelo muy diferente del Partido Republicano, pero al menos los primeros guardan las formas.
Otro tema interesante y de reflexión, es la nueva potencia económica emergente China. Cuando vemos que día a día China se abre al capitalismo –sin ser una maravilla el Comunismo- y que la sociedad China no hace otra cosa que consumir y consumir, y como consecuencia de ello el mercado del parque de vehículos va aumentando con el consiguiente consumo de petróleo, no dejo de volver a pensar en la energía eólica.
El petróleo no es la única fuente de energía que existe en la tierra. ¿Porqué y quienes impiden que un sustituto del petróleo no pueda ser por ejemplo la energía eólica y/u otro tipo de energía renovable como la solar?. ¿Porqué las empresas de automoción no invierten seriamente en cambiar el sistema obsoleto del petróleo y su dependencia, por el de energía eólica u otro tipo de energía renovable? Tendríamos menos contaminación. Nuestro Planeta no sufriría el cambio climático que se nos avecina. Yo creo que también en éste caso, la industria automovilística está supeditada a los intereses de “ése clan llamado gobernantes capitalistas”.
No paro de extrañarme como la India y Pakistán actualmente tienen la Bomba Atómica y en cambio, millones y millones de sus ciudadanos no tienen ni tan siquiera para comer. Puedo llegar a entender que la fabricaron para defenderse el uno del otro, pero por supuesto, no comparto ésa idea.
No acabo de entender como países como Irán, un país donde los derechos humanos no aparecen por esquina alguna, esté fabricando y preparándose para tener ¿“energía atómica”?, se puede permitir ése lujo.
El petróleo no es una fuente de energía inagotable. Sin embargo, ¿por qué lo consideramos imprescindible e insustituible en nuestras vidas? ¿Existen intereses ocultos que nos obligan a no considerar otro tipo de energías más baratas y limpias?
El petróleo es uno de los motores esenciales del mundo tal y como lo conocemos y concebimos hoy en día. Gracias a él se mueven nuestros coches y se genera gran parte de la energía que las industrias necesitan para llevar a cabo su producción. Es innegable que el mundo se ha hecho más rápido, más eficaz, más productivo –y hasta más luminoso-, por obra suya. Su influencia es tan profunda que se ha llegado a considerar insustituible e imprescindible. Esta visión ha sido y es fomentada por los países productores de petróleo, pero aún más por las poderosas compañías que se encargan de su extracción, tratamiento y venta. Pero, ¿es ésta una visión certera?, ¿realmente no podemos imaginar un futuro sin petróleo?. Echemos un vistazo al mundo del petróleo, a las zonas en sombra que sus rutilantes luces no consiguen iluminar….
Cuando se habla de la riqueza de un país es habitual referirse a los recursos naturales de que dispone, con una mención especial a sus reservas de petróleo. Pero en varios grandes productores, como Venezuela, reina el caos político y social, por no hablar de la situación en estados africanos y árabes también ricos en el preciado “oro negro”.
Ese es un nombre acertado, sin duda, ya que el petróleo, al igual que el oro, ha sido, desde que comenzó a extraerse de la tierra, una fuente inagotable de conflictos, de ambiciosos intereses y, en suma, de toda clase de (nunca mejor dicho) negras maquinaciones.
Quizá el primero en darse cuenta de que el petróleo podía traer consigo poder político además de económico fue el célebre John D. Rockefeller. Este magnate creó el más grande monopolio petrolífero en los Estados Unidos de finales del siglo diecinueve (controlaba el noventa por ciento de la producción), usando métodos éticamente discutibles. El significado del nombre de la gigantesca empresa que fundó, Standard Oil, era una declaración de intenciones: Rockefeller consiguió realmente estandarizar el mercado del petróleo e imponer en él sus normas. Y se encargó también de hacer al petróleo cada vez más insustituible. Eso le reportó un enorme poder; la Bolsa de Wall Street temblaba con sus decisiones, y éstas eran capaces de hacer tambalearse no sólo a la economía de Estados Unidos, sino a la del resto del mundo. Indudablemente, eso debía tener un peso importante en las decisiones políticas que pretendiera tomar cualquier gobierno y que afectaran al mercado del petróleo.
Con el tiempo, los monopolios como el de Standard Oil fueron prohibidos. Aun así, lo cierto es que las compañías petrolíferas han perdido muy poco de su poder real, y a menudo establecen las reglas del juego, tanto en países ricos como –sobre todo- en países en desarrollo, con la connivencia de sus dirigentes. En el petróleo está la causa de muchas corrupciones políticas, desigualdades sociales, chantajes a escala mundial, crisis económicas, y también golpes de estado, guerras, asesinatos…
En la práctica, la aparentemente clara relación entre el poder económico de un país y su riqueza en recursos naturales es una mera ilusión. Según demuestra un estudio del prestigioso economista Jeffrey D. Sachs, director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia y consejero especial del que fuera secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan, las economías de las naciones ricas en recursos naturales crecen a un ritmo mucho menor que el de otras más pobres en ellos. Hay varias razones que explican este desequilibrio. Para Terry Karl, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford, ‘cuando se derrama petróleo en naciones débiles, el resultado es una creciente inestabilidad política”. O dicho más claro: todos quieren llevarse su trozo del pastel, lo que provoca intrigas y corrupción en dirigentes o grupos de poder de esas naciones, que hipotecan demasiadas veces su presente y su futuro en beneficio propio y en el de un puñado de multinacionales.
Junto a estos y otros negativos efectos económicos y sociales, la asentada economía del petróleo tiene graves implicaciones medioambientales: las emisiones de gases y otras sustancias por parte de vehículos e industrias son responsables de gran parte de la contaminación del aire y del agua, y periódicamente se producen desastres ecológicos. El resultado de esta contaminación permanente es devastador, y ya no tiene sólo un efecto local, como puede atestiguarse por el cambio climático acelerado que sufre el planeta hoy día.
En lo que respecta a la producción energética como tal, es importante recordar que el petróleo no es ilimitado. Recientes estudios afirman que las reservas de petróleo conocidas de Estados Unidos durarán sólo diez o quince años más. Claro que la mejora de los sistemas de detección de recursos, de perforación y de tratamiento, y la eventual explotación de reservas submarinas cada vez más profundas permitirán alargar un poco esa lenta agonía. Sin embargo, el sistema está condenado.
Como puede verse, hay multitud de razones por las que el petróleo —y otros combustibles fósiles— debería ser sustituido. Esto es lo que buscan iniciativas responsables y ambiciosas como la del ya algo antiguo “Protocolo de Kioto”, que varios países en vías de desarrollo, y también naciones ricas, entre ellas Estados Unidos -principal contaminador mundial-, siguen negándose a suscribir. Hay demasiados intereses económicos en juego. Quizá, los mismos intereses que mueven a entidades como el Banco Mundial a invertir cantidades ingentes de dinero en proyectos de extracción de petróleo, gas o minerales, en detrimento de otros orientados al desarrollo de energías renovables, mucho menos contaminantes.
Los sectores empresariales privados tampoco parecen muy dispuestos a invertir en ese campo; ni siquiera las empresas del sector energético que, por razones bastante evidentes, serian las más indicadas para desarrollarlo. Sin embargo, en la actualidad existen opciones más que suficientes: varias fuentes de energías renovables, que en la mayor parte de los casos representan un porcentaje ínfimo del panorama energético mundial, pero que con las debidas inversiones e investigaciones podrían llegar a hacerse más eficientes y competitivas
Las energías del viento así como las solares son utilizadas mediante el uso de máquinas eólicas o paneles, capaces de transformar la energía eólica y solar en energía mecánica de rotación utilizable, ya sea para accionar directamente las máquinas operatrices, como para la producción de energía eléctrica. No quiero aquí hablar de la energía nuclear, al no ser partidario de ella. Otro día, en otro momento, dedicaremos un especial espacio dedicado a ella.
Así pues, llegamos a la conclusión de que tanto la energía eólica como la solar, los medios, la tecnología todo ello existe. Si ello es así, empiecen a pensar en cambiar el sistema, dejen ya de lado sus egoísmos económicos y, señores gobernantes, olvídense de guerras y dediquénse a las personas, a la conservación de nuestro planeta, al bienestar de la sociedad, a solucionar el tema de la contaminación, a conservar nuestro maravilloso mundo y, piensen también en nuestros hijos, en sus hijos y el mundo que les están ustedes dejando –mandamases sin escrúpulos-.